24 de junio de 2011

Los Envidiosos ©




LOS envidiosos no viven, no pueden, porque ambicionan vivir la vida de los otros.

Los envidiosos están solos, siempre solos, no pueden tener la compañía de nadie que no sea como ellos.

Los envidiosos tienen tentáculos que ahogan su garganta con la rabia que les produce el bien de otros.

Los envidiosos son incapaces de amar, mueren cada día invadidos por el odio, sufren y sólo tienen el disfrute de momentos dañinos, se revuelcan, hozan en el sufrimiento de los envidiados.

No admiten jamás la amistad, no la tienen por incapacidad de darse: no saben, no pueden, no quieren.

Los envidiosos son incapaces de recibir amor, odian el amor y a los amorosos.

Tienen los ojos cerrados, porque si los abren se miran horrorizados en su propio espanto.

Aman lo ajeno porque aunque tengan algo propio ni siquiera lo ven, están ciegos, ciegos de odio.

Los envidiosos sufren la aversión creada por ellos mismos, necesitan humillar y degradar al envidiado.

No entienden de motivos, tienen el corazón permanentemente contraído, anidan en él los escorpiones, se los comen lentamente mientras ellos tratan de apropiarse de las vidas ajenas.

Los envidiosos se alimentan de calumnias, disfrutan lacerando, azotando corazones anchos.Se apropian de las ideas, fingen ser amorosos en un intento de creerse amados.

No dan amor, pero lo exigen, están enamorados de los odios.

Los envidiosos pertenecen a la casta de los perversos, porque sólo en la perversidad encuentran una paz pasajera.


Los envidiosos están condenados a estar solos con otros envidiosos.

Los envidiosos terminan devorándose entre ellos, porque tampoco se soportan, odiándose, en simbiosis alimentada de aversiones.

Los envidiosos temen a los amorosos, los tratan de pervertir, porque son su contrapunto.

Los envidiosos nunca perdonarán que se les perdone ni que se les ame. Son profesionales del odio.

Los envidiosos son aquéllos que crearon su propio infierno.
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